Ser mujer en el mar

Mujeres unidas por la igualdad y la sostenibilidad, rompiendo estereotipos y conquistando el mar
Las mujeres buscan cada día su lugar para poder vivir del mar. En un llamado todavía mundo de hombres, buscan ser tratadas por igual. Indagan las formas de incorporarse a una profesión que, más que romantizada, es necesaria y que a día de hoy dispone de una gran carencia generacional.
Una profesión que impone trabas biológicas y estereotipadas, que ellas sortean con tesón y fuerza de voluntad, puesto que no están dispuestas a abandonar. Porque las necesitan, aunque otros piensen que esa no es la realidad.
Acceden por mediación de la información y la formación, se abren hueco en un sector antes prohibido para ellas, creando asociaciones, asistiendo a conferencias, ganando medallas, cambiando leyes. Continuando con la saga de un pueblo costero, para que su profesión, marinera de abordo, no se pierda, y lo hacen a lo grande, rescatando mares.
Un mar de leyes
El pasado 23 de noviembre, en el Parlamento de Andalucía, se daba luz verde a la Ley 5/2024, de 13 de noviembre, del Estatuto de las Mujeres Rurales y del Mar de Andalucía.
Una ley que se marca como "pionera" en
este país y que busca, precisamente, lo mismo que todas las mujeres que dependen
de este sector tan castigado, una "equidad
real", ser "reconocidas" en este
sector y que se garantice su participación "plena y activa", como nunca antes se les había permitido. A todo
ello, Ana María González, marinera y en representación de todas sus compañeras
del mismo gremio expresa: "Tanto las mujeres del campo como las del mar hemos luchado y hoy hemos obtenido una
recompensa, que se nos mire igual que a un hombre".
Según la Junta de Andalucía, este
colectivo forma parte del 19% de
personas ocupadas. La industria de la transformación y el comercio al por mayor
es la parte que mayoritariamente representan, en oposición al sector extractivo, situándose en un 2% su participación. Estos datos arrojan que es un sector que aún está
ampliamente masculinizado.
Un mundo de marejadas
Ana María, junto con el resto de marineras, representa una generación que continúa la senda que ya otras comenzaron. Porque si abrir camino se deduce que es complicado, continuarlo tampoco es menos complejo, por lo que ella misma sostiene: "No vivimos en el tiempo de nuestras abuelas, aunque tampoco pienses que se han acabado los estereotipos en esta profesión. Afortunadamente unos te aceptan más, aunque otros lo hacen menos".

El paso de los años se muestra favorable con el cambio. La situación ha ido evolucionando, y aunque el giro no haya sido radical, se ha detectado un cambio más que notable. Admite que a día de hoy la mujer encuentra barreras, y que, tal vez por eso, la mar no sea para muchas de ellas una opción laboral. Porque la historia así lo ha querido, siendo complicado enfrentarse ante tantos años de discriminación.
Sin embargo, no es tan solo Ana María; también lo son Tamara, Matilde, Suleima y muchas más las compañeras que han escogido esa profesión y que cada día, de madrugada, se enfundan en un traje de marinera y se miran en un agua que aún refleja la oscuridad de la noche. Las que sienten miedo y soledad, en un mundo todavía de hombres, y que no sin trabas ni dificultades las van considerando miembros de la tripulación. Compañeras que, como ellos, se encomiendan cada día a su patrona, a la Virgen del Carmen, con esos ruegos que Ana le encomienda: "Siempre le pido para que tengamos buena noche, sin incidentes que lamentar".
Entrevista Ana M. González ⎜ Fuente Mayte SanGlez
Calma generacional
En un sector tan romantizado y necesario como olvidado, relegado al azar y a la suerte, cuenta con un relevo generacional que ni por asomo está garantizado. Un problema que asienta sus bases en la inexistencia de un salario digno para quienes salen a la parte, pues a diferencia del Régimen General, este es uno de esos regímenes en los que brilla la ausencia de un Salario Mínimo Interprofesional. El sueldo nunca está asegurado, por lo que Ana comenta: "Hay días duros que no hay pesca, por el tiempo o por las aguas revueltas, pues ese día no entra nada en casa". Motivo de peso en el que se apoyan los más jóvenes para no continuar con la saga generacional.
Entrevista Ana M. González ⎜ Fuente Mayte SanGlez
Un momento complicado que marca un punto de consenso entre marineros y que sitúa la figura de la mujer como pieza esencial en el mundo del mar. Aunque hay que mencionar que siempre ha sido relegado a un segundo plano por esos estereotipos tradicionales que han funcionado como barrera, aunque sus funciones resulten cruciales. No necesarias por su condición femenina, sino por tener capacidad de desempeñar tantos cargos como se les han conferido. Ella misma reconoce: "Salimos a pescar cerco, palangre y trasmallo cada día, haciendo el trabajo que sea necesario, sin que se nos caigan los anillos. Y una de ellas soy yo".
Tiempos de tempestad
Desde tiempos de antaño ya existía una pretendida exclusión de la mujer en trabajos del mar. Tan solo la presencia de ellas, aunque fuera en el puerto, simbolizaba la mala suerte ante los ojos de una consolidada cultura popular que Ana también muestra haberlo vivido, diciendo: "Una mujer en el mundo de la mar, uf, una mujer en el puerto, uf, mala suerte, eso decían". Todo esto, como cuenta la historia, tocaba fondo cuando se atrevían a embarcar para salir a faenar. Mary Read y Anne Bonny son dos claros ejemplos de mujeres que intentaron revertir esa situación al ir a bordo de varios buques que las convertirían en estrellas de la piratería en el siglo XVIII.
Una superstición que en la antigüedad tenía para ellos un razonamiento. Salir a pescar suponía permanecer en alta mar largos periodos de tiempo, meses que se hacían demasiado largos por la escasez de una tecnología que alargaba las rutas y desplazamientos. En esos periodos de tiempo se les pedía serenidad, algo difícil de conseguir ante la nostalgia que sentían los trabajadores por no poder disfrutar de sus familias durante dilatados periodos de tiempo.
Con la intención de rehuir posibles atisbos de frustración emocional y física, se les prohibía la entrada a las mujeres a bordo. Una decisión respaldada en la mala suerte que traían, quedando así excluidas incluso a nivel de acompañantes, fuera del mar. Se las culpaba de ser responsables de recelos y enfrentamientos entre los tripulantes. Todo ello, por supuesto, bajo un paraguas de tintes sexuales.
Como mucho, las mujeres eran las encargadas de realizar los trabajos menos deseados. Nada que a día de hoy sorprenda, teniendo en cuenta la historia de la mujer dentro de otros sectores. Siendo la que se distanciara en todo momento de sus aspiraciones, viéndolas truncadas, por tener que dedicarse al cuidado de la familia y las tareas del hogar.
AMPUSP navega hacia la formación
Se evidencia un empoderamiento femenino contagiado y palpado en el mundo, como lo llaman ellas, "de la mar". Con la constitución de la Asociación de Mujeres de Punta Umbría del Sector Pesquero (AMPUSP), de la cual es presidenta Ana María, más que reivindicar sus derechos y papel no reconocido dentro del sector pesquero, promueven convivencias, ayudas y cursos de formación expresando que "es para todos, no hacemos distinciones entre hombres y mujeres, ya que todos somos iguales".

Una asociación donde todas tienen cabida, tanto marineras como patronas o motoristas, completando el listado de la agrupación esposas, viudas, madres y hermanas de marineros. Figuras que, aunque permanezcan en sombras, sustentan el trabajo de una labor en la mar. Algo que sí es reconocido por los propios marineros es la figura imprescindible de la mujer en el hogar, por la ausencia que ellos generan al tener que realizar tantas horas de jornada laboral. Dejando de lado la corresponsabilidad que, si a grandes rasgos no se da en la sociedad, en el mundo marítimo mucho menos, puesto que se continúan perpetuando los arcaicos patrones que desde siempre han acompañado a la mujer.
Rescatando mares en un mundo circular
Marineras que se embarcan en un proyecto que las lleva a buen puerto. Un proyecto circular que ponen en pie con el fin de rescatar mares, eliminando la basura que ha sido depositada en su fondo durante largos años, para poder regenerar tanto la fauna como la flora del lugar, ya que, como bien comenta Ana, "la mar es nuestro pan de vida y la tenemos que cuidar".
Entrevista Ana M. González ⎜ Fuente Mayte SanGlez
Una iniciativa que parte de un grupo de mujeres, que se implican dando la formación necesaria a toda la flota, para que todos sean conscientes de la importancia que conlleva esta gran labor. Un trabajo que comienza con ellas mismas como ejemplo y que continúa con muchas excusas por parte del sector, pero que, con el tiempo, casi todos lo desarrollan con gran normalidad.
Residuos capturados y contenedores ⎜ Fuente Ana M. González
Plásticos, latas, bicicletas e incluso lavadoras forman parte de los residuos que se han pescado al tirar las redes al mar. En tiempos pasados, todos esos objetos volvían al agua por la borda, al mismo lugar del que habían salido. Hoy, gracias a esta iniciativa, regresan a puerto, donde les esperan unos contenedores de reciclado para darles una segunda oportunidad. Botas de agua, chaquetones, ropa de trabajo en general es lo que reciben a cambio todos los que están dispuestos a colaborar.
Una travesía de posiciones consolidadas
Paso a paso el tiempo las va situando en su lugar. En el año 2023, la Junta de Andalucía, y más concretamente su Junta de Gobierno, se hace eco de la labor tan encomiable que realizan las mujeres del mar. Trabajan a través de asociaciones a nivel nacional y lo hacen en defensa de intereses económicos, sociales y profesionales del sector pesquero. Una trayectoria que las ha llevado hasta recibir la Medalla de Andalucía al Mérito Medioambiental.
María Ángeles Cayuela, como representante de la Asociación Andaluza de Mujeres del Sector Pesquero (ANDMUPES), ha sido galardonada por ser la encargada de llevar por bandera a la mujer marinera, siendo ella la que principalmente va al timón de ese barco, del que navega por contribuir y dar visibilidad a todas ellas, rompiendo barreras a la vez que techos de cristal. Ella misma ha sufrido las dificultades que ofrecía la profesión a la figura femenina, viviéndolo en primera persona, cuando cogida de la mano de su madre, pisaba todas las lonjas del litoral andaluz.

Quizás ese fuera el motivo por el que se decidió a estudiar derecho, para combatir todas esas injusticias que veía día a día. Una medalla que ella misma, sin olvidarse de nadie, se encarga de dedicar: "La hago extensible a todas esas niñas de la posguerra, de todos los pueblos marineros que bajaban a las lonjas a coser la red, salar pescado o a trabajar en las almadrabas. Niñas que ahora son nuestras madres y nuestras abuelas".
Entrevista Ana M. González ⎜ Fuente Mayte SanGlez
Una vez más y como ya sucediera anteriormente, en la IGM, son las mujeres las que intentan y consiguen solventar todo tipo de acontecimientos que puedan aparecer. En las profundidades y en la superficie. Navegando contra viento y marea. Enfrentándose tanto a una problemática económica y ocupacional como a todas esas vicisitudes que ofrece un mundo de hombres. Todavía estereotipado y en el que ellas concluyen: "No hay nada que no podamos arreglar y ahí, en el sector del mar, nos vamos a hacer de un lugar, puesto que nos vamos a quedar".